sábado, 6 de diciembre de 2008

continuación (Stalin) 2

2. ANTES Y DESPUÉS DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

Es un lugar común considerar que Stalin no desempeñó papel alguno en la revolución
de Octubre y que era dentro del partido bolchevique una figura oscura y poco
relevante. Es la caracterización que encontramos en numerosos textos de Trotski y
en la mayoría de las biografías de Stalin. Isaac Deutscher afirma que “en los días
de la sublevación, Stalin no figuró entre sus actores principales. Aún más que de
costumbre, permaneció en la sombra”.
Es de sobra conocido que Trotski fue una figura capital en la toma del poder, de la misma forma que los bolcheviques obtuvieron el triunfo en la guerra civil contra los blancos en buena parte gracias a su genio organizativo, capaz de levantar el Ejército Rojo casi desde la nada. Pero todo esto no significa que Stalin fuera un provinciano del Caúcaso ignorado por Lenin.
Stalin formó parte del Partido Socialdemócrata desde sus orígenes y se unió a los
bolcheviques sin dudarlo cuando se produjo la escisión en el IIº Congreso del partido
celebrado en 1903 (Trotski, por el contrario, no ingresó en el Partido bolchevique
hasta julio de 1917). Detenido en numerosas ocasiones y desterrado a Siberia, en vísperas de la revolución de Octubre Stalin desempeñaba en el Partido los siguientes cargos: director de Pravda, órgano central del Partido; miembro del Comité Central; miembro del Buró Político; y responsable del Centro Revolucionario Militar del Comité Central, integrado por cinco miembros y encargado de dirigir la insurrección. No parece, pues, que fuese un personaje tan insignificante en las
estructuras organizativas del bolchevismo.
Tras el triunfo de la revolución, ocupó en el gobierno los cargos de Comisario de
las Nacionalidades y Comisario para la Inspección Obrera y Campesina, y en abril
de 1922 fue elegido Secretario General del Partido. Son suficientes estos datos para
comprobar que Stalin estuvo siempre entre la élite dirigente de los bolcheviques y
parece poco probable que hubiese alcanzado esa posición de ser un hombre tan falto
de cualidades como en ocasiones se le retrata.
Algo similar ocurre cuando se valora su trayectoria como teórico. No hace falta
insistir en que Stalin no era un intelectual brillante al estilo de Lenin, Bujarin y
Trotski, pero eso dista mucho de la imagen del dirigente inculto, preocupado sólo
por las intrigas políticas, que a veces se transmite.
Stalin conocía a fondo la teoría marxista. Sin ese conocimiento no hubiese podido
escribir en 1913 El marxismo y la cuestión nacional, un estudio sobre el problema
nacional que recibió los elogios del propio Lenin y del que el gran historiador Pierre
Vilar dijo que era “el mejor estudio sintético del hecho nacional en el siglo XIX”3.
Lenin no era una persona que prodigara alabanzas gratuitamente y mucho menos estaba
dispuesto a realizar concesiones en cuestiones ideológicas o teóricas y Pierre Vilar,
maestro de historiadores, fue una autoridad indiscutible en los temas relacionados con la nación y el estado nacional4. Sus opiniones son un aval de suficiente peso como para considerar que Stalin tenía una talla intelectual bastante notable. Sin ser un teórico de primera fila, muchos de sus escritos, como Los Fundamentos del leninismo (1924) o Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, son lectura obligada para quien quiera adentrarse en el conocimiento del marxismo.
Incluso sus críticos más encarnizados han reconocido que Stalin era un lector
infatigable desde su juventud. Jean-Jaques Marie afirma refiriéndose a sus años
escolares que “devora la biblioteca de la escuela.... y completa sus lecturas con
obras no autorizadas de la biblioteca privada de la localidad...”, y Donal Rayfield
refiere que “el error fatal en que incurrirían los enemigos de Stalin consistía en
olvidar que se trataba de alguien extraordinariamente leído. Nosotros conocemos
este dato gracias a lo que queda de su biblioteca, que rondaba los veinte mil volúmenes, por la notas y cartas que escribía solicitando libros , y que aún se conservan, y por los recuerdos de aquellos que le frecuentaron en su juventud.... Cuando cumplió los treinta había leído ya a los clásicos rusos y occidentales de la literatura, la filosofía y la teoría política. En los cuatro años que pasó desterrado en Siberia (1913-1917), asocial y poco comunicativo como era, leyó cuantos libros pudo tomar prestados de sus camaradas del exilio. Stalin leyó incluso en mitad del caos de la revolución y de la lucha por el poder. Desde los años veinte hasta su muerte, leyó además todas las publicaciones periódicas editadas por los emigrados”.
Ni oscuro dirigente ni nulidad intelectual. Pero aún queda un argumento supremo
para descalificar definitivamente a Stalin y considerarlo como un usurpador del
poder. Nos referimos al conocido, y tantas veces citado, “Testamento” de Lenin. Se
trata de un conjunto de notas dictados por Lenin a sus secretarias entre los días 23
de diciembre de 1922 y el 4 de enero de 1923, tras el ataque de apoplejía sufrido en
la noche del 15 al 16 de diciembre, que le dejó parcialmente paralizado. En las notas
dictadas los días 23, 24 y 25 de diciembre realizaba una caracterización de los principales miembros del Comité Central. Refiriéndose a Stalin y Trotski afirmaba8.
“El camarada Stalin, al convertirse en secretario general, ha concentrado en sus
manos un inmenso poder y no estoy seguro de que siempre pueda utilizarlo con suficiente prudencia. Por otra parte, el camarada Trotski, como ya lo ha demostrado su lucha contra el Comité Central, en la cuestión del Comisariado del Pueblo para las
vías de comunicación, no se distingue únicamente por las más eminentes capacidades.
Personalmente es, sin duda alguna, el hombre más capaz del Comité Central, pero se deja llevar excesivamente por la seguridad en sí mismo y se ve arrastrado,
más de la cuenta, por el lado administrativo de las cosas.
Estas dos cualidades de los dos jefes más notables del actual Comité Central
pueden involuntariamente conducir a la escisión; si nuestro partido no toma las
medidas para prevenirla, esta escisión se puede producir inopinadamente”.
De este texto conviene resaltar varios aspectos. En primer término es necesario
reseñar que Stalin y Trotski eran considerados como los dirigentes más cualificadosdel Partido. Las propias palabras de Lenin desmienten la tesis de un Stalin oscuro y poco capacitado defendida posteriormente por Trotski. En segundo lugar, ambos son objeto de crítica. A Trotski se le reconoce su inmensa capacidad, pero se le reprocha el dejarse arrastrar por la vertiente administrativa de los asuntos, es decir, su inclinación al burocratismo. En el caso de Stalin se hace una advertencia sobre el enorme poder que concentra en su cargo de secretario general del partido. No creo que se pueda deducir de aquí una especial animadversión de Lenin hacia Stalin ni que éste hubiese caído en desgracia. En los escritos de Lenin se pueden encontrar juicios durísimos sobre Trotski a propósito de su menchevismo y valoraciones muy positivas, de la misma forma que en febrero de 1913 llamó a Stalin “maravilloso georgiano”. En los 55 tomos de las Obras Completas de Lenin, en la edición castellana de la editorial Progreso, es fácil hallar todo tipo de citas si lo que se quiere es emplearlas como arma arrojadiza para acusar de desviacionismo a cualquier dirigente bolchevique, pero el propio Lenin puso en guardia al partido sobre el peligro de reprochar a los militantes sus pasados errores políticos.
Unos día más tarde, el 4 de enero de 1923, Lenin dictó una breve nota para añadir
al texto anterior: “Stalin es demasiado brutal, y este defecto plenamente soportable en las relaciones entre nosotros, comunistas, se hace intolerable en la función de secretario general.
Por lo que propongo a los camaradas que reflexionen sobre la manera de desplazar
a Stalin de este puesto y de nombrar en su lugar a un hombre que, en todos los
aspectos, se distinga del camarada Stalin por su superioridad, es decir que sea más
paciente, más leal, más educado y más atento con los camaradas, menos caprichoso,
etc. Esta circunstancia puede parecer una bagatela insignificante, pero pienso que
para preservar al partido de la escisión y desde el punto de vista de lo que yo he escrito anteriormente sobre las relaciones mutuas entre Stalin y Trotski, no es una bagatela, a menos de ser una bagatela que pueda adquirir una importancia decisiva”.
El cambio de tono y la contundencia que apreciamos en esta posdata están relacionados
con la irritación que le causó a Lenin las noticias que le llegaron sobre el
comportamiento de Stalin y Ordzhonikidze en relación con la cuestión de Georgia y
su inserción en la URSS9. Lenin les acusó de nacionalismo ruso en unas notas dictadas
a sus secretarias los días 30 y 31 de diciembre (“Contribución al problema de
las naciones o sobre la autonomización”). Aun sin poner en duda la autoridad de
Lenin, estamos en presencia de un nuevo debate político de gran calado en el seno
del partido bolchevique, algo por lo demás habitual en la historia del bolchevismo. Y
esos debates habían sido siempre intensos, apasionados, en los que la crítica políticasecretaría general no era algo novedoso. En vísperas de la revolución de Octubre exigió la expulsión de Zinoviev y Kamenev por exponer este último en el periódico Novaia Zhin su postura contraria a la insurrección. Una exigencia que no fue aceptada por el Comité Central y una buena prueba de la democracia interna que regía la vida del partido.
Lo que sucedió tras la muerte de Lenin el 21 de enero de 1924 fue algo similar
a lo acontecido entonces. El 22 de mayo de 1924, en una reunión del Comité Central,
se decidió por unanimidad la continuidad de Stalin en su cargo y por 30 votos
contra 10 se aprobó no leer el “testamento” en el decimotercer congreso del partido
y darlo a conocer exclusivamente a los jefes de las delegaciones10. Nos parece
bastante significativo que ni un solo miembro del Comité Central, incluido el propio
Trotski, estuviera dispuesto a cumplir la propuesta de Lenin. Pasados los años
se pueden hacer todo tipo de interpretaciones y juicios de valor, pero en aquel contexto histórico lo que sucedió realmente es que Stalin contó con el apoyo pleno de
sus camaradas y Lenin fue desautorizado.

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