sábado, 6 de diciembre de 2008

continuación (Stalin) 4

4. LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

En la larga cadena de desastres atribuidos a Stalin, figura en el cuadro de honor
la derrota de la República española en la guerra civil de 1936-1939. Tal es la versión que mantuvieron en su momento el POUM y la CNT —y que todavía cuenta
con numerosos defensores—, al considerar al PCE una marioneta de Stalin. Con su
política de ganar la guerra por encima de todo, los comunistas españoles sacrificaron
la revolución, desmoralizaron al proletariado, se plegaron a las diabólicas
maniobras estalinistas y sellaron la derrota republicana. El ejército franquista no
cuenta, ni la actitud de Francia e Inglaterra. Por supuesto, los militantes poumistas
y cenetistas mantuvieron la pureza revolucionaria y no cometieron errores. Este
cuento se alimenta periódicamente con aportaciones supuestamente científicas.
En 1998, el historiador Gerald Howson publicó Arms for Spain: The Untold
Story of the Spanish Civil War (hay traducción castellana: Armas para España. La
historia no contada de la Guerra Civil española. Barcelona, Península, 2000). La
tesis central del libro defiende que el gobierno republicano, en su búsqueda desesperada por comprar armas, fue objeto de todo tipo de engaños por parte de traficantes sin escrúpulos. El mayor de estos timos habría sido perpetrado por Stalin, quien, según el autor, proporcionó a los republicanos españoles armas caras, esca-sas y obsoletas, auténticas piezas de museo cobradas a mayor precio que el de su
valor real mediante la alteración artificial de los tipos de cambio entre la peseta, el dólar y el rublo.
En la página 181 de la versión española leemos: “...aparte de los aviones, tanques
y 150 ametralladoras ligeras Degtyarev, todas las armas enviadas en 1936 eran viejas y en desuso: más de la mitad eran antiguas piezas de museo suministradas con tan pocas municiones que eran prácticamente inservibles”. Ahora bien, si esto fuese cierto, ¿cómo fue posible que el Ejército Popular de la República resistiese
durante tres años al ejército franquista, pertrechado masivamente por Hitler y
Mussolini? La heroicidad de los soldados republicanos no creemos que hubiese sido
suficiente para aguantar tres años de lucha. Si la República fue capaz de detener a
Franco a las puertas de Madrid, vencer en la batalla de Guadalajara y tomar la iniciativa durante la batalla del Ebro, eso fue posible gracias al armamento que llegó de la URSS, unido, obviamente, a la férrea voluntad de vencer al fascismo que mostraron los trabajadores españoles.
La derrota de la República española no se debió a Stalin, sino a la vergonzosa
actitud de los gobiernos francés y británico, quienes se plegaron a las exigencias de
Hitler, permitieron el intervencionismo nazi y fascista en favor de Franco e impidieron que el legítimo y legal gobierno republicano pudiese adquirir libremente
armas en el mercado internacional. Frente a esta política criminal de las llamadas
potencias democráticas, sólo la URSS suministró armas a la República española. Esa es una realidad incontestable.
El historiador Daniel Kowalski ha realizado un exhaustivo estudio sobre la
implicación de la Unión Soviética en la guerra civil española, trabajando con la
documentación registrada en los principales archivos soviéticos. El fruto de esa
investigación ha sido el libro que lleva por título La Unión Soviética y la guerra
Civil española. Una revisión crítica (Bracelona, Crítica, 2004).
En sus conclusiones leemos:
“Una vez involucrado en el conflicto y durante los diez primeros meses aproximadamente de ayuda militar, el régimen soviético no se anduvo por las ramas en su intento de cambiar el curso de la guerra y de ayudar a la República a ganarla. Se
enviaron a España cantidades significativas de armamento de alta calidad y se
pusieron al servicio de la República asesores militares de talento, tripulantes de
carros de combate, pilotos y gran número de personal de apoyo. Los centros de
adiestramiento militar de la URSS se pusieron a disposición de los jóvenes pilotos
republicanos, y los mejores instructores rusos se encargaron inmediatamente de convertir en profesionales a los jóvenes aviadores de la República. Se envió a España la generación más nueva de aviones y tanques soviéticos, y se facilitó en cuanto fue posible las versiones más actualizadas de los mismos, especialmente el caza I-16 y el tanque rápido BT-5. Entre octubre de 1936 y otoño de 1937, los soviéticos abrigaron la esperanza de obtener la victoria en España, y no hay pruebas de que Stalin pretendiera sabotear las actividades bélicas de la República ni de hacer que el conflicto se alargara y se convirtiera en una guerra de desgaste.
Además de trabajar para conseguir la victoria de la República, Moscú perseguía
otros objetivos a largo plazo: disponer en la República española victoriosa de unverdadero aliado en el Mediterráneo occidental. Si el Kremlin hubiera visto en la
República sólo una fuente de divisas,, como han sostenido algunos, o un instrumento
de manipulación estratégica entre Occidente y Alemania, como a menudo han pretendido
otros, probablemente el régimen no hubiera intentado involucrarse en la causa republicana en tantos aspectos...”22.
La obra de Kowalski refuta punto por punto las leyendas tejidas sobre la aviesas
intenciones de Stalin en España. Hay un episodio de la guerra extremadamente significativo sobre la ayuda soviética. Tras la batalla del Ebro, el ejército republicano tenía una acuciante necesidad de material bélico, pero las reservas de oro depositadas en la URSS estaban agotadas. A mediados de noviembre de 1938, Negrín envió a Moscú a Hidalgo de Cisneros, jefe de la fuerza aérea republicana, con una carta dirigida a Stalin en la que solicitaba un enorme pedido de armamento: 250 aviones, 250 tanques, 650 piezas de artillería, 10.000 ametralladoras, etc. Stalin aceptó las peticiones y envió inmediatamente a España un cargamento de armas valorado en 55.335.660 dólares, tal como indican los documentos de los archivos soviéticos.
Siete barcos, siguiendo la ruta del mar del Norte, transportaron 134 aviones, 40
carros de combate, 3.000 ametralladoras, quince lanchas torpederas y cuarenta mil
fusiles, que fueron desembarcados en Francia. Sin embargo, la mayor parte de las
armas no pudo ser utilizada por el ejército republicano, porque el gobierno francés
retrasó su transito a territorio español y la ofensiva franquista sobre Cataluña en
1939 impidió que ese material llegase al gobierno republicano23.
Las pruebas documentales rebaten la tesis del abandono de la República por
parte de la URSS y ratifican el esfuerzo de los soviéticos hasta el final de la contienda.
El antiestalinismo visceral adopta posturas grotescas. Si Stalin apoya a la
República, lo hace con intenciones ocultas. Si envía armas, son escasas y de mala
calidad. Y si no las hubiera enviado, entonces se le acusaría de traicionar al proletariado español. Pero como el PCE defiende la República, lo que ahora traiciona
Stalin es la revolución socialista. Por acción u omisión, Stalin siempre es culpable.
En fin, por este camino pronto escucharemos y leeremos que la República no pereció
a manos del fascismo. Todo fue producto de un contubernio que se urdió en el
Kremlin. Si ya lo dijo Franco: “Rusia es culpable”.

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