sábado, 6 de diciembre de 2008

continuación (Stalin) 7

7. LUCES Y SOMBRAS

Todavía queda un largo camino para reconstruir históricamente la realidad de la
URSS entre 1929 y 1953, pero con lo que ya sabemos, ¿cuál es la valoración de esos
años dominados por la figura de Stalin? ¿Cuáles son los elementos que necesitamosbarajar para emitir un dictamen objetivo? No cabe duda de que el historiador debe manejar multitud de fuentes en su reconstrucción del pasado y sopesar innumerables de factores, entre ellos los éticos, pero nunca debe perder de vista la capacidad de un sistema político y económico para impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas, el avance científico y el progreso social. Salvo los reaccionarios empedernidos, hay un acuerdo unánime en que la Revolución Francesa fue un factor de progreso no ya para Francia, sino para toda la humanidad. Y tampoco hay duda de que sin violencia revolucionaria no hubiera sido posible abatir el Antiguo Régimen. Si alguien descalificara la revolución de 1789 por el hecho de que Luis XVI y su esposa María Antonieta fueron guillotinados, pensaríamos que habría perdido el juicio.
Si juzgamos el pasado tomando como punto de referencia exclusivo el empleo
de la violencia, cualquier época resulta espantosa. Desgraciadamente, el avance del
mundo no ha sido un camino idílico. Ahora bien, no es lo mismo la violencia del
esclavista que la violencia liberadora de los esclavos. Y tampoco son equiparables
las guerras de agresión y las guerras de liberación. Que los medios de comunicación
y la mayoría de intelectuales tiendan a mezclarlo y confundirlo todo, arrimando
siempre el agua al molino de los intereses del capital, es una cosa y otra bien distinta la objetividad histórica.
Consideramos que uno de los parámetros imprescindibles para analizar el tema
que estamos tratando es el económico. De lo que se trata es de comprobar si la revolución bolchevique y concretamente la política económica diseñada por Stalin y el
partido comunista sacaron a Rusia de su secular atraso y la acercaron al nivel de los
países capitalistas más desarrollados. Para utilizar esta comparación nos basaremos
en la producción per cápita entre 1913 y 1953.

PRODUCCIÓN PER CÁPITA (Números índices. 1913= 100)
1913 1938 1953
Australia 100 98,3 122,6
Bélgica 100 111,7 139
Canadá 100 99,6 180,9
Dinamarca 100 127,6 153,4
Francia 100 123,3 164,1
Alemania 100 132,2 146,3
Italia 100 129,7 150,5
Japón 100 192,1 153,8
Holanda 100 120,5 144,9
Noruega 100 169 214,8
Suecia 100 138 187,1
Suiza 100 149,9 190,4
Reino Unido 100 119,2 141,7
Estados Unidos 100 122,1 210,2
URSS (Rusia en 1913) 100 161,5 264,4

FFUENTE: MADDISON, Angus, Crecimiento económico en el Japón y en la URSS, México,
Fondo de Cultura Económica, 1971, pág.190.

Como se observa en la estadística, la URSS es el tercer país que más creció entre
1913 y 1938, sólo por detrás de Noruega y Japón, y su crecimiento superó ampliamente
al resto de los países entre 1938 y 1953. Es decir, la distancia entre la URSS
y el resto del mundo capitalista se acortó, en virtud de un crecimiento acelerado que
tuvo lugar a partir de la planificación económica; y ese crecimiento casi parece un
milagro si tenemos en cuenta que la Rusia soviética recibió en herencia el desastre
económico ocasionado por la Primera Guerra Mundial, se vio asolada por la guerra
civil de 1918-1921 y posteriormente devastada en gran parte de su territorio por la
invasión hitleriana. Que después de esas catástrofes la Unión Soviética incrementase
su producto per cápita por encima de los países capitalistas es un éxito sin precedentes.
¿No demuestran estos datos que la política de Stalin en los años treinta
fue correcta?
No somos tan ingenuos como para pensar que los éxitos económicos lo justifican
todo. Detrás de las grandes magnitudes macroeconómicas siempre hay elevados
costes sociales en forma de sufrimiento y sacrificio. Las gigantescas inversiones que
hicieron posible la industrialización soviética salieron de los recursos proporcionados por las granjas colectivas. Lo que podríamos denominar proceso de acumulación socialista fue soportado por el campesinado de los koljoses en forma de bajo consumo.
La represión formó parte de la gran transformación económica y social de los
años treinta, pero es absurdo pensar que las fábricas se levantaron impulsadas por
el terror. Multitud de testimonios de la época nos hablan de entusiasmo y orgullo
por lo conseguido.
Los años treinta fueron un escenario con luces y sombras, brillo y penumbras.
Lo que carece de sentido es considerar a Stalin como un Rasputín rojo que gobernaba
mediante el terror, atrincherado en el Kremlin, odiado por la población y rodeado
de una corte de paranoicos sedientos de sangre. Quienes difunden estas fabulaciones
acostumbran a guardar silencio sobre las atrocidades del capitalismo y esa actitud les priva de cualquier autoridad moral en sus críticas.
Tampoco merecen más crédito todos esos ensayistas que durante años nos han
estado contando lo terrible que era el socialismo soviético y ahora guardan silencio
sobre la catástrofe de la Rusia capitalista.
En ocasiones la televisión nos ofrece imágenes de manifestaciones comunistas
en la Plaza Roja de Moscú en las que personas muy mayores llevan pancartas con
retratos de Stalin. La mayoría luce condecoraciones ganadas en la Segunda Guerra
Mundial y las muestran con orgullo Los comentaristas les llaman despectivamente
nostálgicos, pero se trata de algo muy diferente.
Lo que esos manifestantes saben muy bien es que en con Stalin se convirtieron
en ingenieros, médicos, oficiales del ejército o trabajadores cualificados. Tenían trabajo y un amplio sistema de protección social. Ahora, en la Rusia de Putin dominada por las mafias, están en la pobreza y muchos de ellos viven de la mendicidad.

Carlos HERMIDA REVILLAS
hermidarevillas@yahoo.es
Universidad Complutense de Madrid

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